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Nota de Prensa

Perfil de los jugadores

Perfil de los jugadores

Viswanathan Anand. (Madrás, ahora Chennay, India, 1969).

Viswanathan Anand, campeón del mundo por cuarta vez, número dos en la lista mundial del 1 de julio, fue el segundo en dos torneos del Grand Slam esta temporada: Pearl Springs, de Nankín (China); y Tata, de Wijk aan Zee (Holanda).

Viswanathan Anand es un buen ejemplo para refutar que los genios del ajedrez están chiflados, una falsedad agigantada por el caso excepcional de Bobby Fischer. A los 41 años, el indio es uno de los campeones más brillantes de la historia y ha logrado el título en todos los formatos posibles. Sus amplios conocimientos de astronomía y economía internacional, así como su reciente paternidad, demuestran un equilibrio psicológico que augura más éxitos. Pero sus rivales en la Final de Maestros serán durísimos.

Anand trabaja muy duro en los aspectos técnicos, entre seis y nueve horas diarias. Probablemente carece del ‘instinto asesino’ que distinguía a Fischer, Kárpov y Kaspárov, pero cuida tanto o más que ellos el fondo físico: “Sí, hace años me di cuenta de que era imprescindible. Estoy convencido de que mis dos horas diarias de gimnasio cuando estoy en casa son esenciales para soportar el desgaste de los torneos”, explica en perfecto español.

Su asombrosa rapidez de reflejos, que le permite ver jugadas geniales en décimas de segundo, agobió a sus rivales desde su primera aparición en Linares, en 1991, donde apenas consumía media hora en toda la partida: “Es que, si pienso, juego mal”, era su peculiar explicación. Anand conserva hoy la humildad de entonces, muy apreciada en India, donde en 2000 fue nombrado deportista del milenio por votación popular y paseado en una carroza de caballos con el tráfico de Chennai (nombre actual de Madrás) cortado mientras una multitud le agasajaba con pasión. Una vez le hicieron un test para demostrar que su hemisferio cerebral derecho, el que rige la intuición, es el de un superdotado, y su reacción fue: “Mi potencia mental me importa un bledo”.

Tras los grandes éxitos, su primer agradecimiento va siempre hacia su esposa, Aruna, “que siempre se ocupa perfectamente de mil detalles”, y el segundo para su principal entrenador, el danés Peter Heine Nielsen: “Muchas de mis victorias en los Campeonatos del Mundo se deben en gran parte a su magnífico trabajo”. Kárpov y Kaspárov nunca fueron tan generosos con sus ayudantes.

Tras derrotar a Topálov en el Mundial de Sofía de 2010, Anand dejó claro que aún tiene hambre de triunfos: “El día que te acostumbras a los éxitos, es el fin. Estoy tan contento como la primera vez, sobre todo porque éste ha sido el triunfo más difícil, sufriendo hasta el último minuto. Me queda ambición y, sobre todo, ganas de seguir disfrutando del ajedrez. Lógicamente, los triunfos contribuyen mucho a eso, y también asumo que algún día terminarán. En todo caso, 40 años no es para mí un número especial sino, simplemente, el que viene después del 39. Mi actitud profesional para los próximos dos años es la misma que tenía antes del duelo con Topálov”.

Anand seguirá levantando pasiones en un país de 1.100 millones de habitantes: “Ya hay 700.000 niños indios recibiendo clases de ajedrez; de ellos, 200.000 están adscritos a mi World Champion’s Academy. Espero contribuir a que sean muchos más”.

Magnus Carlsen. (Tonsberg, Noruega, 1990).

Magnus Carlsen, actual ‘número uno’ del mundo, ha jugado los tres torneos clasificatorios para la Final de Maestros del Grand Slam de la temporada 2010-2011: ganó el Pearl Springs de Nankín (China) y el Torneo de los Reyes de Bazna (Rumanía), y fue el 3º en el Tata de Wijk aan Zee (Holanda).
Está claro que Magnus Carlsen es genial, como Viswanathan Anand. De hecho, el noruego es de nuevo el número uno del mundo, por sexta vez, a los 20 años. Pero renunció a disputar el Torneo de Candidatos al Mundial, por discrepancias con la Federación Internacional (FIDE). Todo ello plantea la gran duda de quién de los dos es el más fuerte. Se despejará o no entre Sao Paulo y Bilbao, pero el enfrentamiento será apasionante en todo caso.

Genio: capacidad mental extraordinaria para crear o inventar cosas nuevas y admirables, dice la Real Academia. Basta disfrutar de las partidas de Carlsen (o de Anand), para comprobar que responde a esa definición. Aunque él mismo aportó otra el 17 de enero de 2008, cuando murió el carismático estadounidense Bobby Fischer, campeón del mundo en 1972: “Lo que más admiró en él es su capacidad para que nos parezca fácil lo que en realidad es muy difícil. Yo intento imitarle”.

Pero tampoco hay duda de que Carlsen es un superdotado en general, no sólo para el ajedrez, aunque él no quiera saber su cociente de inteligencia. Por citar sólo una muestra, a los cinco años memorizó las capitales, la superficie y el número de habitantes de casi todos los países del mundo, y datos similares de todos los municipios de Noruega.

En principio, un superdotado es un privilegio para sus padres, pero también puede ser una pesadilla si se aburre mucho en clase y no se adapta a un mundo organizado para personas de mucha menor capacidad mental. Los padres de Magnus acertaron al llevarle, junto a sus hermanas, a viajar por el mundo durante un año cuando tenía 13. Si viajar es siempre una excelente escuela de vida, mucho más en un caso como el suyo. Para entonces ya era el gran maestro (título similar al doctorado universitario) más joven del mundo, por lo que acudió con su selección nacional a la Olimpiada de Ajedrez de 2004 en Calviá (Mallorca), donde las azafatas no le dejaban pasar al escenario porque no creían que aquel niño fuera el mejor jugador de Noruega.

Los superdotados tienden a huir de las masas y a ser muy tímidos. Hace cuatro años, Magnus apenas hablaba con nadie que no perteneciera a su entorno más íntimo. Ahora, tras recorrer muchos miles de kilómetros, jugando cientos de partidas por todo el mundo y atendiendo –a regañadientes, eso sí- a multitud de periodistas, el precoz número uno ha comprendido que atender a la prensa forma parte de sus obligaciones, aunque lo haga con cuentagotas, y ha sido modelo publicitario de la marca de ropa juvenil G-Star.

A pesar de que los tópicos hagan pensar lo contrario, la mayoría de los ajedrecistas de élite son bastante sociables. Carlsen es una de las pocas excepciones, a pesar de ser ya un ídolo nacional, y huye cuanto puede de la exposición a los seres humanos que no forman parte de su círculo más próximo. Los juegos con otros ajedrecistas, sin salir del hotel, suelen ser la única manera de verle fuera de su habitación o de la sala del torneo.
Vive en su mundo, muy basado en Internet: partidos del Real Madrid de sus amores, torneos de póquer, conversaciones con sus amigos y lecturas de periódicos a través de la red. Parece razonablemente feliz, quizá porque sabe que millones de aficionados aprecian mucho la belleza y profundidad de sus partidas. Aunque habla un inglés perfecto, su idioma natural es el ajedrez, y en él ha volcado su asombrosa inteligencia, que en realidad le importa un bledo, como a Anand.

Levon Aronián.  (Ereván, Armenia, 1982).

Levon Aronián es el tercero del mundo en la lista del 1 de julio, y por eso ha recibido una invitación especial del Grand Slam para jugar la Final de Maestros Sao Paulo-Bilbao.

Cumplirá 29 años el 6 de octubre en Bilbao (donde ya triunfó en 2009), y los resultados indican que está en el mejor momento de su carrera: además de la citada Final de Maestros del Grand Slam, ha ganado la Copa del Mundo, el Gran Premio de la FIDE, Linares y Wijk aan Zee (dos veces); es el actual campeón del mundo de rápidas (cinco minutos) y dos veces campeón olímpico con Armenia. Su sencillez de carácter, estilo universal, la pertenencia a un país donde el ajedrez es una pasión nacional, y un sistema nervioso equilibrado configuran le reafirman como el tercero del mundo, y subiendo.

“No estoy preparado para enfrentarme a los grandes. Mi única ventaja sobre esas bestias es mi total ignorancia y frescura de pensamiento”. Aronián se expresaba así en la navidad de 2005, pocos días después de ganar la Copa del Mundo en Siberia y unos días antes de debutar en el Torneo Corus de Wijk aan Zee (Holanda), donde compartió el 7º puesto de 14 participantes. Sólo un mes más tarde triunfó en Linares, el Wimbledon del ajedrez, de manera tan sorprendente como inapelable.

En realidad, esa sorpresa no era objetiva, y tenía mucho que ver con la modestia natural de Aronián. Quien hubiera seguido su trayectoria desde niño ya se habría fijado en su enorme talento, demostrado desde 1994, cuando fue campeón del mundo sub 12 en Szeged (Hungría), por delante de futuras estrellas, como Bacrot (Francia), Ponomáriov (Ucrania), Grischuk (Rusia) y Vallejo (España); y confirmado en 1996 con la medalla de plata en el Mundial sub 14 de Cala Galdana (Menorca), compartiendo el podio con el también armenio Sarguissián y el español Vallejo.

Aronián, segundo hijo de un matrimonio de científicos, aprendió a jugar a los cinco años, con su hermana; su madre ejercía como ingeniera especializada en explosiones y demoliciones; su padre, físico bielorruso, trabajaba como investigador especializado en tecnología láser. Ambos sacrificaron su prestigio profesional para emigrar a Berlín con el exclusivo fin de que Levon, quien tenía 18 años entonces, pudiese desarrollar al máximo su talento ajedrecístico, fichando por un equipo de la Bundesliga y estando más cerca de los grandes torneos europeos.

Pronto se vio que la decisión había sido acertada. Campeón del mundo juvenil en 2002, Aronián siguió progresando -aunque sin llamar mucho la atención- como ajedrecista y como persona. Habla armenio, ruso, inglés y algo de alemán, y le gusta chapurrear el español, bromeando con las palabras malsonantes. Disfruta mucho de los viajes, y siempre procura conocer el entorno y la cultura de los países que visita, como hizo en Bilbao en 2009. Antes era muy propenso al alto riesgo en sus partidas; ahora es más sólido.
En todo caso, Aronián sigue siendo muy apreciado por los organizadores y aficionados, y no podía faltar, de nuevo, en la Final de Maestros de Bilbao con el claro objetivo de triunfar otra vez. Porque si hay alguien capaz de superar a Anand y Carlsen, es él.

Vasili Ivanchuk. (Berezhany, Ucrania, 1969).

Pasa la mayor parte del tiempo en las alturas de su mundo exclusivo, el de los genios despistados. Pero es entrañable cuando baja al de los mortales. Sumamente activo, la edad ha atemperado sus nervios, que probablemente le impidieron ser campeón del mundo. A los 42 años, Vasili Ivanchuk sigue siendo venerado por los aficionados.

“Los días que no tengo que jugar me siento triste”. Chucky dijo eso ante el público que abarrotaba el escenario de la Plaza Nueva de Bilbao en 2008, durante la primera edición de la Final de Maestros. Amante del ajedrez hasta el tuétano, trabajador incansable de conocimiento enciclopédico, es un genial sabio distraído de quien todos, incluso sus más acérrimos rivales, hablan con cariño.

La suma de talento, trabajo, experiencia y, sobre todo, un amor infinito por el ajedrez han permitido que los éxitos de Ivanchuk duren un cuarto de siglo: fue campeón del mundo juvenil en 1986, ganador del torneo de Linares por primera vez en 1989 y miembro de la superélite casi permanente, salvo baches cortos motivados por su irregularidad.

¿Por qué entonces no ha sido jamás campeón del mundo absoluto? Porque la tremenda explosividad de su sistema nervioso se lo ha impedido. Pero a más edad más equilibrio, y eso explica su buen momento actual. Sin embargo, hay un matiz importante: Ivanchuk ama el ajedrez de tal manera que apenas descansa entre torneos, y se apunta a todos los que puede, un año tras otro. ¿Cómo aguanta ese ritmo brutal de actividad? Quizá porque la concentración y el ensimismamiento es su estado natural, lo que por otra parte le causa frecuentes despistes.
Como en Sofía, cuando salía de la urna en dirección contraria a los retretes, hasta que algún árbitro le sacaba del error. O como en su triunfo en el torneo Ciudad de León 2008, cuando, muy excitado tras ganar una partida, saltaba del escenario con serio peligro para su integridad física, en lugar de bajar por las escalerillas.

Las anécdotas graciosas sobre Ivanchuk son muchas, pero no tantas como sus partidas geniales, genuinas explosiones artísticas, científicas y deportivas de un talento inmenso y muy trabajado. Es muy poco probable que Ivanchuk no produzca más obras inmortales en Sao Paulo y Bilbao. Y es seguro que el público seguirá entregado a este genio distraído.

Hiraku Nakamura. (Hirakata, Japón, 1987)

Ha saltado al 6º puesto del mundo a pesar de que no tiene un entrenador, si por tal entendemos un gran maestro especializado. Y, aunque ahora trabaja con mucha más seriedad que antes, se entrena bastante menos que sus colegas de la élite. La conclusión lógica es clara: Hikaru Nakamura posee un enorme talento natural, desarrollado en un entorno muy favorable desde que, a los dos años, llegó a EEUU desde Japón. El flamante triunfador en Tata-Wijk aan Zee 2011 tiene 23, y cabe preguntarse hasta dónde puede llegar un autodidacta superdotado.

“Es cierto que no tengo entrenador, salvo que llamemos así a mi amigo Kris Littlejohn, encargado de la parte informática de mi entrenamiento, que es fundamental. Y apenas he leído libros de ajedrez”, explica Nakamura.

Hay un cambio radical en su actitud profesional, la prioridad hasta hace pocos años eran las partidas rápidas (especialmente las de un minuto) en Internet, donde se le considera el mejor del mundo en la modalidad: “Ahora juego menos en la red, y básicamente por diversión”. En todo caso, quede claro que la nueva estrella del ajedrez no se mata a trabajar: “Mi dedicación no tiene nada que ver con la de Ivanchuk, por ejemplo”. Y además participa en torneos de póquer. A Nakamura no le cuesta reconocer que es un superdotado: “Está claro que debo mucho a mi talento”. Pero su talento, aunque innato, fue cultivado desde la infancia.

Hikaru nació en Hirakata (prefectura de Osaka, Japón), el 9 de diciembre de 1987, de madre estadounidense y padre japonés. Emigró a los dos años a California y más tarde a White Plains (Nueva York); ahora vive solo en San Luis, donde ejerce de portavoz y relaciones públicas de uno de los mejores clubes de EEUU. Conoció el ajedrez a los cinco años gracias a su hermano, Asuka, varias veces campeón escolar nacional. Y fue muy bien entrenado desde pequeño por su padrastro, el MF Sunil Weeramantry, un gran experto en ajedrez infantil, de origen ceilandés (gentilicio de Sri Lanka).

Su trayectoria es muy impresionante: fue el estadounidense más joven de la historia en ganar a un MI y a un GM (ambos a los 10 años), lo que le supuso una entrevista en uno de los programas de televisión más populares del canal CBS; y el más joven desde Fischer en ser campeón nacional sub 20 (a los 14) y absoluto (18); fue MF a los 12, MI a los 13 y GM a los 15, batiendo el récord de Fischer por tres meses. A ello hay que añadir la medalla de plata en el Mundial sub 14 de Oropesa (Castellón) 2001.

Es lógico deducir que su llegada a la élite hubiera sido más temprana con un entrenamiento adecuado. Tras varios éxitos en torneos de rápidas –en Cap D’Agde 2008 eliminó a Kárpov e Ivanchuk; y en Noruega 2009 venció a Carlsen por 3 a 1- y algunos triunfos aislados en ajedrez clásico –Barcelona 2007 y Gibraltar 2008, así como el bronce con EEUU en las Olimpiadas de Turín 2006 y Dresde 2008-, el cambio de actitud profesional empieza en 2009, cuando gana otra vez el Campeonato de EEUU y pasa de 2.700 puntos Elo antes de ganar también el torneo de San Sebastián y el de la modalidad ajedrez 960 (o sistema Fischer) en Mainz (Alemania), lo que corrobora su inmenso talento natural. Al año siguiente logra el oro individual y la plata con EEUU en el Mundial por Naciones de Bursa (Turquía). Convencido ya –hasta entonces no lo estaba- de que su profesión será el ajedrez, Hikaru ha subido desde entonces como la espuma, y su objetivo (tal vez demasiado ambicioso) es pasar de 2.800 a finales de este año (el 1 de julio tenía 2.770).

Educado en casa por su madre (profesora y música) y su padrastro, acudiendo al colegio sólo para los exámenes (como hicieron las hermanas Polgar), siempre mostró un especial interés en las matemáticas y la historia. Hoy sigue con atención los mercados financieros y juega con frecuencia al tenis; también es asiduo, como espectador, al béisbol y el hockey sobre hielo. Y confiesa que uno de los placeres más relajantes tras su gran éxito en Holanda fue conducir su deportivo descapotable de San Luis a Memphis con la música a todo volumen.

Ciertamente, no es el perfil de ajedrecista muy brillante al que estamos acostumbrados. Quizá por eso resulta muy estimulante y esperanzador.

Paco Vallejo. (Mahón, Menorca, 1982)

El mejor ajedrecista de la historia nacido en España, Paco Vallejo, excampeón del mundo sub 18 en 2000, ganó su primera medalla a los 9 años: plata en el Mundial sub 10 de 1991 en Milwaukee (EEUU). Quedó entre los diez primeros en once de los catorce Mundiales o Europeos que jugó a diferentes edades. Hoy, a los 29, con muchos más galardones, individuales o por equipos, es el 20º del mundo tras una racha de buenos resultados.

Su precocidad fue extraordinaria: aprendió los movimientos de las piezas por sí solo, a los 5 años, viendo las partidas que jugaba su familia. El tablero y su primer biberón son sus recuerdos más antiguos: “Fue una pasión irrefrenable”, recalca. El colegio Marcote de Mondariz (Pontevedra) le concedió una beca desde los 11 años (1993-2000) con un entrenador exclusivo, el gran maestro Zenón Franco. El plan de estudios le permitía combinar diariamente el estudio y el entrenamiento. Sus padres sufrieron: “La separación fue dolorosa; sólo le veíamos en vacaciones. Pero reconocemos que era un privilegio”.

Tras proclamarse campeón del mundo sub 18 en Oropesa del Mar (Castellón), Vallejo tomó una decisión importante: “Seré profesional del ajedrez, pero no estoy dispuesto a sesiones de diez horas diarias de entrenamiento. Quiero disfrutar de la vida”. Desde ese momento, su progresión no ha sido tan rápida como hubieran deseado los aficionados españoles, a pesar de que tres campeones del mundo (Kaspárov, Anand y Topálov) dijeron, por separado, la misma frase: “Vallejo tiene talento suficiente para estar al menos entre los diez mejores”.

Por fin, en 2009, rompió la barrera de los 2.700 puntos y dio una buena impresión en Linares 2010, por su creatividad y valentía. Todo indica que está maduro para el gran salto a la superélite. Este año, sus resultados y su juego en Tailandia, Azerbaiyán y Bahía Feliz (Gran Canaria) indican que la invitación especial para la Final de Maestros del Grand Slam le ha llegado en un momento muy oportuno. Sus rivales son tan fuertes que el menorquín puede subir varios puestos en el escalafón mundial aunque termine el último en el torneo.

 

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