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Jaque al tumor |
Un libro de Andrea Hafenstein
Ajedrez – unas simultáneas Sólo se pueden oír los pasos cortos del hombre. Al llegar una vez transcurridos diez minutos se quita la chaqueta, no se le nota la tensión. Lo que les parece a los espectadores como algo incomprensible. ¿Cómo es posible, que un hombre tan solitario sea capaz de tener en jaque a tantos adversarios? Pero él está experimentado, entrena a diario durante varias horas y seguramente esta competición no es una de las más difíciles. Sin embargo, se lo está tomando en serio, se concentra. Nadie dice ni pío.
Pero no se tardará mucho para que los primeros de los 25 contrincantes se rindan. Obviamente han caído en una temprana finta del maestro, les puso una trampa y han caído en ella, cuando ya es tarde. Se aprecian sus miradas nerviosas, de forma preocupada los ojos sobrevuelan los acontecimientos con la esperanza desesperada de encontrar todavía una salida. Distintas son las tácticas: unos atacan furiosamente, consumiendo de forma prematura todas sus fuerzas, los otros montan una barricada detrás de su posición y alargan innecesariamente el combate, que ya no pueden ganar. Finalmente, no ha pasado todavía media hora y ya el primer desafiante se rinde. Esta rendición surte su efecto como fue una señal: tres, cuatro más arrojan la toalla. Nadie quiso ser el primero. Silenciosamente se levantan de sus sillas echando una ojeada a los otros tableros que siguen jugando. El ambiente se enrarece, tanto cuando más jugadores abandonan. En consecuencia, el maestro da vueltas por los tableros en intervalos más cortos y pide la próxima decisión. Quién no pudo resistir desde el principio, sus posibilidades disminuyen rápidamente. Se nota, que el maestro juega rápido, increíblemente veloz. Transcurrida una hora, ya se ve, quien puede hacerle pároli. Algunos espectadores, que no conocen las reglas, se extrañan por la evolución de las partidas. Nuevamente se sorprende, que un jugador se rinda, mientras el tablero está todavía lleno de piezas. Solo en un tablero, la situación es distinta. Enfrente tiene a una muchachita, apenas de 14 años, pero con un aspecto más juvenil.
Al final queda sólo este tablero. El maestro ha ganado todas las partidas, con excepción de dos tablas. Se queda enfrente de la chica y la mira con sus ojos grandes. Ella se pone nerviosa. ¿Será verdad, que puede ganar al famoso Gran Maestro Wolfgang Uhlmann?
Todos le conocen. Desde hace años es el jugador más fuerte del país, respetado y temido en todo el mundo. Incluso ha escrito libros de ajedrez y ha ganado a campeones del mundo. Ahora ya se ha situado durante 4 minutos delante del tablero – un tiempo inusual para unas simultáneas. Sus movimientos son inquietos, su cuerpo se tambalea de una pierna a la otra, se rasca distraídamente la cabeza, se coloca en jarras. Cinco minutos. Quiere coger una pieza, pero retira la mano. ¿Debe atreverse? Silencio. Seis minutos. Finalmente se decide y conduce la torre hasta muy lejos a la posición de la adversaria. ¿Reconocerá ella el intento por su parte de ponerle una trampa en el último instante? Si no, entonces ya no sirve nada. Por un momento, la chica queda sorprendida, casi asustada. No contaba con un ataque de este tipo. ¿Qué quiere la torre en la séptima línea? ¿Quizás le haya pasado algo por alto? ¿Cómo podrá deshacerse de aquella torre tan incómoda?...... Pero no, no le preocupa la torre. Allí delante, sola no puede representar ningún peligro. No, es el propio ataque de ella, lo que debe decidir la partida. Apenas ha pensado esto, otra vez el Gran Maestro se pone por delante de su tablero. Muy decidida, ella mueve su dama negra a la casilla d4, con lo cual amenaza el mate al Rey y a su vez amenaza a la torre en la casilla a1. Aquella torre, seguramente se perderá. Sin mediar palabra, el Gran Maestro estrecha su mano, la felicita por la victoria, le sonríe y ella se ríe. Más tarde, durante la conferencia de prensa, el Gran Maestro Wolfgang Uhlmann elogiará a la joven jugadora: ella ha jugado mejor y ha ganado de forma meritoria.
Como dice Andrea Hafenstein en su libro:
Y un día ocurre, lo que nunca debía suceder: Los médicos le descubren un tumor cerebral Durante sus días más depresivas recibe una carta del Gran Maestro Wolfgang Uhlmann, que gustosamente traducimos:
¡La Señora Andrea Hafenstein parece haber vencido, por el momento, la terrible enfermedad y sigue “al pie del cañón”! ¡Todos nos quitamos el sombrero ante tanta voluntad de vivir! P.D. Por una parte, Andrea Hafenstein quiso escribir sobre su vida en particular y especialmente sobre sus actividades ajedrecistas y por otra parte logró con la venta de su libro unos ingresos adicionales para poder afrontar los altos costes que le acarrean su terrible enfermedad. Por desgracia, en el día de hoy no está curada del todo.
Resumido y Adaptado por Frank Mayer - Revisado por revisado por Salvador Aldeguer Barcelona, julio de 2008 |