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Cuando no existían los relojes de ajedrez… |
El secretario del torneo intentaba de ejercer presión psicológica sobre los jugadores mediante la anotación en su protocolo del tiempo aprovechado, aparte de otras observaciones. Ese fue motivo por el cual se transmitió al mundo del ajedrez los siguientes casos extremos referidos al “juego de tiempo”: Con ocasión del match entre los maestros más fuertes del la 1ª mitad del siglo XIX, George Alcock MacDonnell
y Louis Charles Mahe De La Bourdonnais
que se celebró en el “Westminster-Chessclub” de Londres el año 1834, y en el que normalmente una partida se alargaba desde el mediodía hasta por la tarde a las 19 horas. Si era necesario, se reanudaba dicha partida al día siguiente, por la mañana. Durante la partida ocurrió, que el inglés necesitó en repetidas ocasiones más o menos 90 minutos para estudiar y efectuar una jugada. En tales situaciones, al francés De la Bourdonnais se le agotó la paciencia y lo expresó mediante ruidosas conversaciones y carcajadas.
También sucedió, que “el Rey sin corona” Paul Morphy solamente pudo aguantar haciendo a copio una paciencia envidiosa paciencia las horas de espera durante su primer torneo en territorio americano en el año 1857 contra Louis Paulsen, hasta que su contrincante se dignó mover ficha.
En el año 1852 durante un campeonato en el que intervinieron los mejores jugadores de aquella época Howard Staunton
y Elijah Williams
cada partida duró por termino medio entre 15 y 20 horas. A quién no le extraña, que Howard Staunton, después de varias horas de espera por una jugada de su adversario, abandonara la partida, habiendo ya alcanzado un resultado total de 6:2 puntos a su favor durante el evento y se dedicara a unos trabajos más sensatos como sus famosas investigaciones sobre William Shakespeare:
Un verdadero alivio para los organizadores y jugadores fue la introducción de relojes de arena a partir del año 1862 en Londres.
Sin embargo, hasta el año 1883 no se introdujo en el mismo lugar relojes de conmutación reciproca
que en principio han cumplido su objetivo hasta el día de hoy. Ya en tiempos pasados, un organizador tuvo que escribir en su protocolo: “Son las 24 horas de la medianoche: al aplazar la partida, los dos jugadores se quedaron dormidos sobre el tablero.”
Fuente: Schachklub Dachau Traducido, adaptado e ilustrada por Frank Mayer. Revisado por Salvador Aldeguer Retoques y maquetación: Antón Busto Sitges (Barcelona), febrero de 2010 |