|
Desde el amor al ajedrez |
Cuba. La Habana. Finales 1912 Una expectación especial había despertado el regreso del joven Capablanca por la capital. Corrían rumores de que el gran jugador cubano que se había hecho famosos por haber derrotado tiempo atrás en un match al norteamericano Frank Marshall
Con el resultado de (+ 8 – 1 = 14) y que posteriormente se encumbró en el mundo de Caissa tras vencer en el torneo de ajedrez de San Sebastián 1911.
Se había enamorado febrilmente de una joven estadounidense, amor que ¡había terminado en boda!. Se decía que venía en barco con la intención de culminar la luna de miel en La Habana. Arribando el barco al puerto fue asaltado por un montón de periodistas “inquisitivos” que preguntaban insistentemente a la tripulación para que los llevasen al camarote nupcial donde éste viajaba. También allí se encontraba al pie de la escalerilla, la comitiva de padres y amigos. Una banda de música entonaba del “himno nacional” y varios ramos de rosas y gardenias se traían para obsequiárselas a la novia en señal de bienvenida. Se abrió lentamente la puerta del camarote y allí apareció José Raúl solo, sin esa compañía novelesca que un cable noticioso les anunciara. Sus hermanos, que le conocían sus “aficiones amorosas” le preguntaron. El hombre, algo reticente a contar, terminó admitiendo que en el largo trayecto de la gira, algo hubo… ¡Pero sin consecuencias permanentes!. La historia, mediada a través del inexplotable paso del tiempo, nos permite discernir sobre las vicisitudes de sus protagonistas. De la vida particular de Capablanca, podríamos decir que se casó poco tiempo después, pero aquel matrimonio terminó mal y se pasó luego el resto de su vida enzarzado de una larga serie de experiencias eróticas, hasta que volvió a casarse a la edad de 50 años, con una ex –princesa rusa Olga Dagodaev:
Físicamente era en verdad atractivo y siempre se le veía rodeado por un grupo de “admiradoras”. “Ganar en todo cuanto participaba era su meta en la vida” “En terminología psicoanalítica”, como bien destacó el famoso Gran Maestro americano Dr. Reuben Fine, el objetivo subconsciente de su vida erótica consistía en lograr una conquista y parece que, lo mismo que el “Don Juan” auténtico, perdía todo interés por una mujer en cuanto la había poseído sexualmente.
Ahora ya es suficiente escrito sobre la vida amorosa de Capablanca y volvemos al ajedrez. Recien acabado el “Torneo Nacional Americano”, celebrado en Nueva York del 19 de enero al 5 de febrero de 1.1913, en donde Capablanca se había impuesto con una fantástico puntaje de + 9 (en trece rondas), el alcalde de La Habana dio el beneplácito al “Club de Ajedrez local” para que cursara las invitaciones pertinentes a varios de los jugadores que se habían enfrentado entre sí en Nueva York y viajaran a la capital cubana en el “vapor Saratoga” (que desde finales del siglo XIX iba regularmente de EE UU a Cuba, siempre y cuando no interrumpió un huracán el trayecto marítimo). La idea era de celebrar un torneo a doble vuelta, que por fin se cristalizó, para que se celebrase del 15 de febrero al 6 de marzo.
Finalmente se comprometieron con la asistencia los jugadores: Jaffe, Kupchik, Chajes, Janowski, Marshall, Capablanca, Blanco y Corzo.
A continuación los resultados individuales: y la clasificación final: No obstante se podría deducir, que Capablanca no pudo vanagloriarse de una actuación de alto calibre en su tierra natal, a pesar de sus habilidades acostumbradas y en aquella oportunidad se vio superado por Frank Marshall, que además logró ganar a Janowski, con quien el genio cubano perdería en la décima ronda un final de extrema sencillez. Finalmente nos permitimos citar algunas frases sinceras del libro de Capablanca con el título “Mi carrera ajedrecística”: “Ha habido momentos en mi vida en los que estuve muy cerca de pensar que no podía perder ni una partida.
Fuentes: Cortesía: Ángel Jiménez Arteaga Resumido, adaptado e ilustrado por Por Frank Mayer Retoques y maquetación: Antón Busto Sitges (Barcelona), abril de 2010 |