|
Armonía – una historia navideña |
“El gran cazador de peones”
Texto Era la Noche Buena. El abeto de Navidad estaba oportunamente adornado y algo más tarde se convertiría en el centro de la atención de todos, cuando se desenvolvieran anhelantes los regalos de Navidad.
El gran cazador de peones estaba sentado inmóvil en su sillón, justo al lado del abeto de Navidad, observando con tranquilidad y aguardando con la esperanza de que esta Noche sean tan especial…como aquella noche, cuando la virgen dio a luz al Salvador… Por el momento, ella estaba asustada y se imaginaba que estaba hablando con un ángel de Dios. Pero después, la Virgen acató con toda la humildad por parte de ella el plan de Dios para su vida y el papel que iba despeñar en la salvación de la humanidad.
El viejo Maestro había dicho al gran cazador de peones y al inquieto caballo: “Si queréis conocer a Jesús, debéis conocer a la Virgen, su Madre.” “¿Cual es su nombre?”, preguntó el gran cazador de peones. “Su nombre es Maria,” contestó el viejo Maestro. Después les dijo: “Si cometiereis alguna vez un pecado, tendréis que buscarla. Porque con una palabra de Maria, Jesús detendrá su justicia. Pues, ella es la Madre de la Justicia y la Reina del Cielo. A través de ella, vuestras oraciones serán escuchadas por haberle otorgado Dios el honor de ser de intercesora. “¿La reina del cielo?” dudaba el inquieto caballo. “¡Sí!” confirmó el viejo Maestro.
Al “Viejo Maestro”, le preguntó el inquieto caballo: “¿Qué es un pecado?” El Viejo Maestro le contestó: “Entonces, trataré de explicárselo. A mi entender es una falta de armonía.”
Al “Viejo Maestro”, le preguntó el gran cazador de peones: “¿Qué es armonía? Entonces se notó, que el Viejo Maestro había hablado con un sentido demasiado profundo. En consecuencia, lo enfocó de una forma diferente y primero les entregó los regalos. Con infantil esperanza por parte de los dos, el gran cazador de peones y el inquieto caballo abrieron los obsequios y les brilló una maravillosa Reina de Ajedrez a ambos.
Era conmovedor, que el Viejo Maestro les hubiese obsequiado con un aguinaldo tan valioso y precioso. Por supuesto, querían hacerle también un regalo. Se acordaban, que hacia un par de semanas el Viejo Maestro había perdido dos peones. Cuando desenvolvió el presente, constató que se encontraban ante él justamente los dos peones que podían completar de nuevo su juego de ajedrez.
Una vez “intercambiada” la dama con los peones, el Viejo Maestro les dio una lección de ajedrez. A pesar de todo, el inquieto caballo tenía todavía algunas dudas y volvió a consultar: “¿Viejo Maestro, qué es armonía?” Ahora sí que el Viejo Maestro se encontró en un apuro y habló consigo mismo: ‘¿Por consiguiente, ellos quieren aprender algo sobre armonía? Trataré de explicarles la cuestión mediante el ajedrez.’ “Armonía en el ajedrez”, dijo el Viejo Maestro, “es, si se coordinan los senderos invisibles entre las distintas piezas. En el diagrama antes indicado la torre blanca y el alfil demuestran una cierta armonía por cubrir la casilla “d8”. Sin embargo, el gran cazador de peones replicó: “Pero, allí está posicionado un caballo por delante, bloqueando de esta forma la casilla “d8”. “Sí, esto es correcto y ese es el problema”, dijo el Viejo Maestro. “Para elaborar una auténtica armonía para tus piezas, es preciso, que despejes los caminos invisibles para tus piezas y de esta forma serán capaces de colaborar. En nuestro ejemplo el caballo negro debe alejarse de la columna “d”, dijo el Viejo Maestro. “¿Tenéis una solución?”, les preguntó. El gran cazador de peones y el inquieto caballo se juntaron y unieron sus cabezas, llegando a la conclusión, que la dama blanca habría que sacrificarla colocándola en la casilla “b8”, dando jaque al Rey negro. Sin embargo, esta posibilidad, que les enseñó el Viejo Maestro, no la quisieron aceptar. Pero, éste mismo les instruyó: “La pérdida de la dama crea la armonía entre sí de las piezas.”
A ver, pensó el Viejo Maestro, si han aprendido la lección. Por consiguiente movieron el caballo a la casilla “b8” para comer la dama blanca y de esta forma el caballo negro fue desviado de la columna “d”. Así la torre blanca tenía vía libre. “¿Podéis ver ahora la respuesta?”, preguntó el Viejo Maestro. “Sí”, dijeron los jugadores de ajedrez y movieron su torre a la casilla “d8” para dar jaque mate al Rey contrario. No obstante, el Viejo Maestro no les había convencido todavía. “¿Quiere decir, que tendremos que sacrificar a la Reina del cielo con sus piezas ante el adversario?”, preguntó el inquieto caballo. Como consecuencia, el Viejo Maestro se estrujaba el cerebro y sus pensamientos anduvieron muy distraídos. “No”, contestó: “siempre estará con nosotros. Ella es el sacrificio, que lleva con sus oraciones a Nuestro Padre en el cielo; porqué su amor infinito contribuye, que todos nos juntamos en una armonía verdadera.” Después, los jugadores de ajedrez estaban contentos y la lección se dio por finalizada. Pasó una semana y alrededor del abeto de Navidad el ambiente era triste y silencioso. Pero el mismo se desvaneció ante la luz del Año Nuevo. Los adornos navideños frágiles y sensibles se quedaron colgados en las ramas con la timidez de un niño ante su madre. No se resignaba a creer que se habían terminado las navidades – tampoco el gran cazador de peones se conformaba. Cogió varios adornos y los colgó en las nuevas piezas de ajedrez de tal forma, que con unos sujetapapeles formó un gancho, fijando así los adornos a las piezas. Entonces se levantó lentamente, avanzó hacia el abeto de Navidad y colgó la Reina en una de sus ramas. El gran cazador de peones estaba sentado en su sillón tan inmóvil como lo estaba durante la Noche Buena. Descansó sosegadamente en su oficio junto al árbol y reflexionó sobre lo mucho que había aprendido. El gran cazador de peones nos deja la siguiente sabiduría:
Fuente: Por Manus Patrik Fealy Traducido e ilustrado por Frank Mayer Revisado por Salvador Aldeguer Retoques y maquetación: Antón Busto Sitges (Barcelona), diciembre de 2010 |