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Ajedrez y Humor |
La siguiente redacción sobre el tema: “¿Cual es el juego más bonito?” se publicó en la columna de ajedrez del periódico diario hacia el año 1960, toda vez que a un aficionado se le había traspapelado en su archivo.
El juego más bonito Carlitos Ludens escribió una redacción sobre el tema “¿Cuál es el juego más bonito?” Carlitos escribió: El juego más bonito es el ajedrez, por eso se juega tanto y hace bastante tiempo
Es tan antiguo, que nadie sabe bien, cuantos años cumple.
Probablemente es el más antiguo. Lo aprendí de mi Papá, que es el Campeón del Club “Amigos del Gambito”. Durante la sesión semanal del club por la tarde, no puedo acompañarle a jugar al centro cultural, pero los domingos, después del partido de fútbol, voy con él al Café Mueller.
¡Es tan divertido! Porqué mi Papá dice, que durante las partidas de café se pueden sacrificar piezas y no pasa nada. Al final él nunca pierde. Solamente hay que intentar robar muchas piezas al contrario. Cada jugador tiene 16 piezas, que son de madera. Aquel, que tiene las piezas negras, se llaman “negras” y aquel, que las tiene amarillas, se llaman “blancas”.
Todas se las mueve de un lado para otro sobre las casillas negras y blancas, pero en el club son de color marrón y blanco. Todo allí es diferente, porque el tablero es de plástico. Normalmente a medio juego, alguno de los jugadores ya ha perdido la dama. Esto viene del “Fingerfehler”. Pero tampoco debe perder por poder hacerle una pinza o un mate de apriete, si el otro ya no tiene ningún agujero para poder respirar.
Cada uno puede hacer una jugada y a veces dos juntas, pero seguidamente. El contrario tiene que decir: “¿Qué, el tío está resoplando todavía?” Pero si se juegan partidas de torneo, no se puede comentar ni decir ni pío, solo al final de la misma puede exclamar el perdedor: “La partida estaba ganada por mi, disponía de una mejor posición.” Entonces, decide derribar todas las piezas, si el adversario se niega a darle la mano.
También yo lo hice así, pero entonces mi Papá me dio una solemne bofetada y me amonestó, que un deportista siempre debe jugar limpio. En la casa del café se puede tertuliar y reírse del contrincante. Por ejemplo, se puede decir: “¿Porqué juegas al ajedrez, si no tienes ni idea?” O: “¿Dónde está ahora tu novia, mientras tu estás aquí, tonto?” ¡Hay que saber muchas palabrotas de ajedrez! A veces, se puede intentar engañar al otro, si tienes una mala posición, exclamando: “¡Ofrezco tablas!”
En cambio, si estás bien colocado, es obligado decir: “Ahora me gustaría saber jugar bien al ajedrez”. Mi Papá sabe ganar sin fanfarronear por algo es el Campeón. En el Club le llaman “el pequeño Morfi”
A mi mamá no le gusta este juego. Antes, siempre le echaba una bronca a mi papá, cuando tuvo “una buena analista”. Ahora ya no dice nada, si nosotros dos hacemos unos análisis.
¿Qué puede hacer ella, cuando ya es el momento de enviar la partida por correspondencia, si en América y Australia están esperándola? ¡Ya he coleccionado muchos sellos extranjeros! Por eso, mi amigo Pedro me tiene mucha envidia. Debería enseñar a su papá a jugar al ajedrez, entonces conseguiría también sellos extranjeros.
Mi papá lee minuciosamente una revista de ajedrez, donde se encuentra muchos y valiosos trucos. Los sábados está ansioso por recibir aquella revista que le ayuda a resolver los problemas. Mi mamá le riñe porque se encierra durante demasiado tiempo en el baño. Cuando mi papá sale, siempre ha podido resolver un problema. Después dice: “El tío que ha compuesto el problema, se sorprenderá, si no tiene apuntadas todas las amenazas.”
Ayer, he dado un mate, pero un mate a mi amigo con un caballo, pudiendo comerme también la dama, una torre y un peón. Esto es el ajedrez de familia y una jugada tremendamente venenosa. Mi papá quiere preparar una posición, donde esta jugada se convertirá en mucho más terrible. ¡Para esto, él es capaz! ¡Así de bonito es el ajedrez!
Fuente: Allgemeine Zeitung. Erich Hebel Adaptado e ilustrado por Frank Mayer – revisado por Salvador Aldeguer Retoques y maquetación: Antón Busto Sitges (Barcelona), febrero 2011 |