Tablas por segundos Una novela de Icchokas Meras, de Lituania |
Icchokas Meras: Tablas por segundos
La cubierta del libro nos muestra a un bufón, que está a punto de efectuar una jugada. La posición dibujada (por casualidad y no relacionada: la famosa partida entre Anderssen y Kieseritzky 1851 en Londres) podría significar unas prontas tablas. Sin embargo, todo jugador de ajedrez con experiencia sabe que las tablas pueden ser un resultado frecuente, pero que es muy difícil “forzar” este resultado. El ritmo principal lo determina por una parte la partida de ajedrez entre Isaac y Schoger, el preso de 17 años y el satánico comandante alemán del gueto en Vilna (Lituania). Por otra parte, se enfrentan los puntos contrarios según el ejemplo bíblico, formados genealógicamente por Abraham. Él es el árbol. El árbol está en pie, solo faltará un ramo si el próximo descendiente de su familia numerosa perece. Sólo Isaac quedará. También él está dispuesto a sacrificarse si la necesidad lo requiere, Isaac, el jugador de ajedrez, que juega por la vida de los niños del gueto. Schoger amenaza con deportar a todos los niños del gueto lituanos si Isaac pierde. Si gana, entonces Isaac será fusilado. ¡Sólo unas tablas pueden salvar a todos! Pero es muy difícil forzar unas tablas, mucho más complicado que una victoria o derrota. Y mientras Isaac está jugando la apertura y efectuando la quinta y decimoséptima jugada decisivas, mientras está entrando en la parte final y se encuentra delante de la última decisión: tablas o mate para Schoger, se narra su historia y la de su joven amor, Esthers, y la historia de todos los niños de Abraham. Volvamos al final de la partida: Isaac no pensó que sería tan difícil elegir entre dos jugadas decisivas. La tensión crecía y los hombres del gueto que rodeaban la mesa con el tablero se acercaban lentamente más y más. Isaac cerró sus ojos y, al abrirlos de nuevo, supo que solamente había una jugada. La mano, vacilando entre dos piezas, tocó el caballo, un caballito blanco, una pieza de ajedrez muerta, la sujetó por un momento en el aire y la colocó sobre una casilla vacía en la parte izquierda del tablero. “Jaque mate” tendría que decir Isaac ahora, pero su garganta estaba como seca. Isaac Lipman se levantó y una vez puesto bien alto en pie, dijo muy tranquilamente: “Usted ha perdido”. El comandante Schoger saltó de su silla y agarró la funda de su pistola, pero no logró cogerla en seguida. Finalmente la encontró y abrió el cierre. Un silencio lúgubre cayó sobre el gueto y el resto del mundo. Sólo ahora Schoger se dio cuenta de que le cerraba un muro. Un muro vivo, hombre a hombre. Nadie logra atravesar este muro. El muro se acercó más y más. Ya no era un círculo sino un lazo, que en cada momento podía cerrarse. En el centro se encontraban la pequeña mesa de ajedrez y dos lámparas de carburo… Schoger únicamente se pudo llevar las manos a la garganta. La pequeña mesa y las lámparas ya no se veían. Los hombres se habían unido, el lazo se había cerrado, el círculo había desaparecido… Son las pequeñas debilidades humanas, que conceden una abundancia y fuerza de convencimiento a estos seres humanos, solamente esbozadas con pequeñas líneas. ¡Pero este libro tiene profundidad, una profundidad abismal! Sabiduría que emana del contenido: “El tiempo. El único culpable de todo. El hombre puede hacer muchas cosas, pero una no: no puede recuperar el tiempo ni hacer girar atrás el reloj”. “Si piensas que solo el gueto es gueto, entonces estás confundido. En el exterior también existe un gueto. La diferencia es que el nuestro está vallado y el otro no.”
Nota: Este libro ha sido editado recientemente en castellano por RBA.
Resumido por Frank Mayer - Revisado por Joan Canal |