Frank Mayer
Frank Mayer - Revisado por Joan Canal
Cuando el padre con el hijo

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¿Por qué muchas carreras acaban como un drama familiar?

Grecía antigua. Discóbolo de Miron. Siglo V

Nos dedicamos ahora a un tema, que es aún más confuso y místico de lo que todos suponemos:

Hijos, padres y ajedrez

Una combinación explosiva, que ha originado genios increíbles, fundado triunfos grandiosos y provocado mares de lágrimas.

Muchos psicólogos están seguros de que la fascinación del ajedrez no puede explicarse de ninguna manera sin la temática “padre – hijo”.

Dejemos bien entendido que realmente no existen unas investigaciones serias sobre este tema, pero sí unos bocetos, una mezcla de medias verdades, especulaciones vivaces y observaciones acertadas.

El tema empieza con el decano de la psicología moderna, Sigmund Freud (1856-1939), cuyo padre, por cierto, pasó más tiempo en los cafés jugando al ajedrez que en su casa con la familia, formuló su tesis de la rivalidad entre padre e hijo, que culmina en las fantasías del asesinato y la “posesión” sexual de la madre.

Seguramente esta tesis debe tener su fundamento.

Sigmund Freud. 1856-1939. Principal impulsor del psicoanálisis

Ahora, por qué Freud eligió expresamente al pobre Edipo para denominar este complejo es confuso: Edipo es cualquier cosa menos “edípico”: mató a su padre por error, no tenía la más mínima idea  que el premio de la victoria fuese su madre y, una vez aclaradas ambas circunstancias, se castigó terriblemente a sí mismo vaciándose los ojos.

Así pues, Edipo no fue “edípico”, pero, bien entendido y según diversos teóricos, sí lo es un jugador masculino problemático.

Si además se añade un pellizco de misticismo sexual , la cosa queda casi redonda:

Allí está el rey enemigo, apenas móvil, al que se debe matar, acompañado por una reina prepotente (o demasiado poderosa), que se sacrifica como “madre” en un caso de emergencia para salvar la vida del monarca y tomar la vida del (rey) contrario. Allí está la conversión del pequeño peón (=niño) en la pieza (o figura) prepotente (demasiado poderosa?) de la madre.

Se puede interpretar también con un poco de fantasía el símbolo fálico en la figura (o pieza) del rey.

Pero no os preocupéis: no queremos llevar a este lugar una discusión especializada en psicoanalismo, sino contestar a las preguntas con otras preguntas.

Las tesis antes citadas quizás podrían explicar la motivación y el interés de los hijos por el ajedrez, pero no la motivación de los padres por enseñar a sus hijos el ajedrez y encaminarles a obtener unos rendimientos.

Si tuvieran que atenerse a esta tesis y la experiencia del drama griego, en principio los padres jugadores de ajedrez deberían dejar abandonados a sus hijos en una playa próxima, si les sorprenden con un rey en la mano.

Pero no, ¿qué hacen estos tíos tontos, que deberían saberlo bien porque ellos mismos intentaron  una vez, empujados por los deseos edípicos hacia la madre, matar al propio padre en el tablero?

¡Pues sacan un tablero de ajedrez del armario y enseñan a sus hijos las técnicas que un día significarán la muerte del padre, su propia muerte…!

Pero antes de hundirnos en las profundidades del alma, nos quedamos con la vida diaria de un padre ajedrecista y preguntamos:

¿Qué hay detrás de la relación padre-hijo en el ajedrez?

Casi todos los padres alguna vez son presa de un afán misionero, da igual si tienen el título de maestro, si son “sólo” un fuerte jugador de club o si corretean con el séptimo equipo en una liga provincial.

Si juegan al ajedrez y tienen hijos, se les debe enseñar el ajedrez.

Símbolo fálico. Roma antigua. Servía para alejar el mal de ojo y traer buena suerte

Porque al fin y al cabo los jugadores de ajedrez saben que la dedicación al juego de los reyes fomenta la capacidad de concentración, el pensamiento analítico, el espíritu combativo y casi todo lo demás que idealmente se puede y quiere impulsar o activar en una persona.

Además es un deporte para tíos auténticos: más masculino (o macho) que el fútbol, y también para gente ajena a un cuerpo de ensueño, una dedicación (o trabajo mental) con un riesgo relativamente reducido.

¿Masculino? Por supuesto: Es el único deporte en el cual dos hombres se ocupan de una misma cosa y lo hacen consigo mismos, sin abrir la boca ni una sola vez.

Un reglamento claro, una cosa clara: mantener cerrada la boca y dejar hablar a los hechos, mimar el propio ego y destruir el del adversario – trabajo de hombres desde los trogloditas, cuando se peleaban por una mujer.

En consecuencia, ¿Es el ajedrez una especie de rito viril? ¿Es la primera partida con el padre un rito de iniciación?

Al principio, todo esto suena a primera vista tan aventurado y discutible como la tesis de Edipo.

“Pero todo es muy sencillo”, me dijo un amigo ajedrecista, padre de un hijo muy exitoso en los torneos: “Todo lo que se experimenta como una alegría en este juego, se quiere transmitir al hijo. Más no.”

¿Pero más no?¿No está en juego también algo de ambición?

¿Quizás el hijo debiere alcanzar lo que al padre le haya sido negado?

¿Qué le pasa al padre del joven Fresh, interpretado por la estrella de Hollywood Samuel L. Jackson, en la película del mismo título “FRESH”, cuando abofetea a su hijo durante unas partidas de ‘Blitz’, pronunciando las sabidurías de la vida, mientras – siempre con una mano suave – está dando mate al hijo y de esta manera fortaleciendo la superioridad del padre?

Fresh

Cartel y secuencia de la película " Fresh". El padre con el hijo

¿Es sólo Hollywood o también algo de realidad?

Vale, el padre de Fresh está en paro, fracasado en su profesión y matrimonio, vive de mala manera en una caravana y bebe. ¿Pero dónde empieza la exageración típica de las películas?

Casi cada padre desea grandes cosas para su hijo. Y si ama el juego del ajedrez y cree notar un cierto talento en el hijo, entonces resultará una relación muy compleja – con un final totalmente abierto.

Durante unas encuestas entre medio millar de padres, cuyos hijos juegan al ajedrez, se formularon las siguientes preguntas:

  1. ¿Qué le ocurre en su interior si su hijo está jugando una partida de torneo?
  2. ¿Cree Ud. que su hijo está entrenándose bien o lo podría hacer mejor?
  3. ¿Cree Ud. que los padres pueden ser unos buenos entrenadores?
  4. ¿El hijo debe ganar las partidas para su padre?

No queremos importunar con las respuestas, pero terminan en las siguientes conclusiones:

El factor del éxito: La sinceridad

Detalle fuente de la Sinceridad. Roma. Piazza Navona. Lorenzo Bernini. Siglo XVII

¿Verdaderamente somos nosotros, los padres que, traumatizados por un complejo de Edipo,  fracasados en la vida y consumidos por la ambición, nos convertimos en unos monstruos, que abusan de sus hijos para dar brillo al propio ego maltratado?

¡No! ¡Esto no lo somos!

Al menos, la mayoría de nosotros. Pero hay otros padres, que hemos observado durante algunos torneos y los organizadores conocen de sobra. Este tipo de hombres está arruinando no solamente a sus propios hijos,  sino también el estado de ánimo de cualquier equipo de árbitros.

Por supuesto, prefiero no ser un padre ajedrecista que interviene a menudo, cuando esta especie de hombres increpa a su hijo durante unos 30 minutos ante todo el público por haber dejado escapar a un adversario más flojo mediante una situación de ahogado.

A lo mejor, un padre con un cierto grado de alcoholemia produce al final a un jugador exitoso. Pero probablemente produce también un alma dañada.

Esta no debe ser la meta para nosotros, los padres que queremos combinar el éxito con el compromiso ajedrecista.

Desde luego, queremos ver a nuestros hijos venciendo, nos alegramos por sus victorias y su nivel de juego en crecimiento.

Incluso, en nuestros ojos, con un poco más de empeño cabrían más éxitos.

No obstante, lo más importante para nuestros hijos es que tengan éxito en la vida: deben estar sanos de cuerpo, mente y alma – y el ajedrez debe aportar lo suyo y no obstaculizar.

Corresponderemos a estas pretensiones de la mejor manera posible si somos sinceros, también frente a nosotros mismos.

Como en una partida de ajedrez:

Sin embargo es decisivo analizar sinceramente y sin tabúes la posición, separar las esperanzas de las posibilidades y no tratar de alcanzar lo imposible.

El ajedrez: Un juego con riesgo

De la misma forma, no podemos saber finalmente qué efecto causaremos al conducir a nuestros hijos en “nuestra” dirección correcta.

Como para el ajedrez mismo, existe la relación padre-hijo en el ajedrez.

A pesar de toda la planificación y a pesar de todos los esfuerzos, sigue siendo un juego con una infinidad de variables desconocidas y una salida abierta.

El Ajedrez

Quizás lo mejor es ver al ajedrez como lo que es:

 

Fuente:Jörg Sommer.

Traducido e Ilustrado por Frank Mayer

Revisado por Joan Canal

Retoques y maquetación: Antón Busto

Sitges (Barcelona), Julio de 2014

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