Frank Mayer
Frank Mayer - Revisado por Salvador Aldeguer

I have a dream – tengo un sueño...

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La bella tradición, frente desdeñosa práctica actual.
Lo que el ajedrez ha perdido. Lo que podríamos hacer para recuperarlo

La partida de ajedrez – 1819. Johann Erdmann Hummel
La partida de ajedrez – 1819
Johann Erdmann Hummel

La tradición” es una gran palabra. La proponemos como objetivo, frente a la monotonía, frente a la práctica actual.

Como sabemos, el ajedrez es más que el presente o que la próxima jugada. Viene de muy lejano: La India, Persia y Europa, con sus últimas casas de café y los primeros balnearios a orillas del mar. El ajedrez, aunque domine tanto nuestra atención actual, ya existió hace mucho tiempo y nos transporta un soplo del pasado al presente.

 

Vine a este mundo en 1940.

Los primeros años (durante la II Guerra Mundial) consistieron en un andar a gatas y balbucear.

El ajedrez me llegó con diez años cumplidos.

Y después, mucho más tarde, volví la vista hacia atrás:

Tarrasch vs Lasker, Zuckertort vs Steinitz, o – vuelta en 1834 –, Louis-Charles Mahé de la Bourdonnais vs Alexander MacDonnell.88 partidas ‘en suite’, que convirtieron al francés en el mejor jugador del mundo en aquella época.

La posición final de una partida:

Tablero
MacDonnell-La Bourdonnais, Londres 1834
tras la jugada 37. ... e2

¡Qué maravilloso debió haber sido esto!

En aquellos felices años mi modesto ajedrez lo jugué en salas polideportivas con luz de neón, en cuartos traseros de cervecerías, tristes albergues juveniles, aulas de colegios por la tarde al finalizar las clases y habitaciones sobrecargadas de niños.

Mi ajedrez de hoy, a parte de participaciones esporádicas en torneos veraniegos, se fundamenta sobre todo en estar sentado frente al ordenador, mordiendo una manzana y en mover las piezas virtuales con el ratón.

Desconoces a quién estás ganando -o contra quién estás perdiendo- en la red.

Las caras de los contrarios ni las adivinas.

Sus caprichos y arrebatos te llegan -a lo sumo- a través de unas líneas escritas en el espacio “chat”.

El ajedrez actual es tan decepcionante: la negra ingratitud, el overo, la incoherencia del tiempo actual, frente a la luminosidad del pasado.

En mi último viaje a la ciudad donde transcurrió mi juventud estuve nuevamente en el antiguo café de ajedrez ‘Treveris’.

¡Por Díos, qué triste tabernucho lleno de tipos marginados! Incluso los ganadores allí son perdedores.

Amargados, el espíritu desvanecido, no encontré ningún asomo de amabilidad o del antaño exquisito comportamiento.

¿Y la sociabilidad?

Simplemente inexistente. Ni unos ‘Buenos Días’ o un ‘Hasta la vista’.....

De todas formas, en mi fantasía era distinto, los cafés de ajedrez o los grandes torneos históricos gozaban en sí de una grandeza y una nobleza inigualables.

Torneo de San Petersburgo 1914
Torneo de San Petersburgo 1914 Emmanuel Lasker, Alexander Alekhine,
José Raúl Capablanca, Frank Marshall y Siegbert Tarrasch
Cortesía Arqto. Roberto Pagura, Buenos Aires. Retocada

Antes, los jugadores vestían traje y chaleco con los monóculos; existían unas determinadas formas de etiqueta, que se procuraba mantener y si no todos lo hacían, entonces se convertían en simples anécdotas llegadas a nuestros días, como aquella con el puro colocado al lado del tablero: Nimzowich contra Vidmar 1927 en Nueva York.

Nimzowich pidió que no se fumara. Vidmar estuvo conforme, pero advirtió que se fumaría el puro solamente en el caso de que llegase a encontrarse en una posición desventajosa. Vidmar no fumó. Nimzowich perdió y posteriormente se quejó al director húngaro del torneo Maroczy. Este le contestó:

“¡Pero sí, su adversario no ha fumado!”

“Peor”, contestó Nimzowich, “¡Me amenazó con fumar! Continuamente estaba colocado el puro junto al tablero de tal forma que me decía a mí mismo, si hago ahora un jugada fuerte, él encenderá su cigarro. ¿Cómo puedo ganar una partida en estas circunstancias? Como jugador de ajedrez, Ud. sabe, que la amenaza es más fuerte que la ejecución”.

Foto
Aarón Nimzowich, New York Coffee House (lugar del encuentro) y Dr. Milan Vidmar

Un dialogo de estas características, hoy en su día ya no tendría lugar por haber desparecido todo el encanto alrededor de las 64 casillas. La vida ajedrecista ha sido sustituida por el mecánico funcionamiento ajedrecista, eficaz y frío.

Recuerdo al antiguo Presidente de nuestro club de ajedrez, que ya insistía en su momento:

“Practicar el ajedrez como un deporte no como un juego”.

Hoy, en general, no es así y es mucho lo que se ha perdido con esto.....

Este es el motivo por el cual me pregunto, si la pasada gloria no podría reaparecer en el futuro; o al menos en algunas ocasiones.

Más que por un sentido de nostalgia, por el renacer de las fuerzas olvidadas.

Cuando en el otoño de 2004, Kramnik y Leko lucharon para conseguir el Campeonato del Mundo, en Brissago, fueron momentos fulgurantes que recordaron aquellas fuerzas olvidadas.

Dannemann, fabricante de tabaco, donó el premio en metálico.

El centro cultural, propiedad de la fábrica, entre las montañas del Tesino y el centello del "Lago di Maggiore" era un lugar distante y digno.

Los ‘matadores’ estuvieron sentados de frente, durante horas y horas, en el escenario.

Foto
Foto: http://www.chessbase.com

A los periodistas y demás invitados se les regalaron unos cigarros, con todo el tiempo del mundo para fumárselos, pasear por las galerías, mirar por las ventanas las aguas del Lago y poder estar ensimismados en sus pensamientos.

Toda la concentración estuvo dirigida hacia el encuentro y todo fue una ocasión festiva y lujosa, totalmente nueva, comparada con nuestros tiempos modernos.

Una conocida editorial de libros de ajedrez ya propuso hace algunos años organizar un torneo de ajedrez sin límite de tiempo.

Dado que la imaginación ajedrecista nos lleva hacia el esplendor de la época romántica, nos planteamos el evento como sigue:

En el salón de un gran y noble hotel, los jugadores sentados en cómodos sillones, está permitido fumar, camareros educados y atentos sirven unas frescas macedonias de frutas, según la posición en el tablero también aguardiente de frutas, todo en los salones está amortiguado por las espesas alfombras persas, sólo los tableros están iluminados, un fuego en la chimenea chisporretea, ilustrando la tensión crepidante, y si se precisa una palabra para el ambiente, esa es “elegancia”.

Salón

¿No existen jugadores de ajedrez que puedan fascinarse con esta idea?

Por supuesto que se requiere un amplio espíritu, no hombres de miras estrechas como de costumbre o falsos genios con bases de partidas procedentes de las ligas provinciales.

Precisaríamos a verdaderos amigos del ajedrez, nobles, capaces y dispuestos para el ocio, el disfrute y el goce del juego.

I have a dream – tengo un sueño........

 

Frank Mayer - Revisado Salvador Aldeguer
Barcelona, mayo de 2007
Retoques y Maquetación: Antón Busto

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