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El autógrafo de Karpov |
Solamente una vez en mi vida, he pedido un autógrafo a un Gran Maestro del Ajedrez, siendo a la vez el Campeón del mundo en aquellos tiempos. Me lo dio Anatoly Karpov en Maguntia (Alemania) 1977.
El primer torneo de Grandes Maestros que tuve la dicha de asistir. Al mismo tiempo se celebraron unos Campeonatos de Juveniles en Coblenza (Rhin), adonde fui para ver y aprender. Durante un día libre, cogimos el tren y nos trasladamos hacia el sur a Maguntia. Se jugó el Campeonato en un gran Hotel, decorado con gruesas alfombras, la luz atenuada y la sala de juego espaciosa lo que me causó una gran impresión. La casualidad hizo, que en aquel mismo día Karpov ganara su partida y el torneo. Al final de la ronda firmara varios autógrafos. Me atreví solicitarle que me firmase sobre el dorso de mi ticket de entrada por no disponer de otro papel, nervioso y emocionado al mismo tiempo por mi parte. Durante mucho tiempo usé este ticket como señal de lectura en los libros de ajedrez para tenerlo siempre presente. ¿Pero donde está ahora? Ya no lo sé. Quizás se perdió en el transcurso de unas mudanzas, o a lo mejor lo extravié poniendo en orden mis documentos. O quizás se esconda en un libro de ajedrez o en una funda de plástico dentro de uno de los archivadores con unos avisos de Hacienda, notas amarillentas de los colegios y papeles nunca leídas en mis años de estudiante. O tal vez se encuentra en un cajón entre las fotos, en las cuales se pueden ver a aquellos amigos de los que no he sabido nunca nada más desde hace más diez años. Si estoy preparándome un poco para poder participar en los Campeonatos por Equipos (en Cataluña) que se celebrarán a principios del año, repasando partidas jugadas en las temporadas anteriores, siempre recuerdo el momento, en que me firmó Anatoly Karpov su autógrafo en el ticket. Fue un momento memorable en mi vida. Sin embargo, a veces me pregunto, si hubiese preferido un autógrafo de otro gran jugador como por ejemplo: Paul Keres o Mikhail Tal
El razonamiento
Por Frank Mayer – revisado por Salvador Aldeguer |